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A continuación dejo el prólogo del libro, escrito por mi profesora de Literatura del secundario, como anticipo de lo que pueden llegar a disfrutar en este libro de breves relatos de situaciones.
Narrar es dialogar; primero lo hace el narrador con el entorno y
fabula; después el lector con la obra y recrea. Pero atención, que de esa
experiencia de escritura-lectura ninguno de los dos sale como entró.
Y en este aspecto quiero detenerme: en el diálogo inicial que
Benedicto establece con personajes y objetos entrecruzándolos en planos de
tiempos y espacios desde la mirada de sus propias vivencias. De ese cruce de
planos emergen los relatos de una realidad real y una imaginada que no es menos
verdadera. Es arte.
Los objetos se independizan y vuelan sin moverse del lugar, una vulgar
suela de goma Febo o una Bic se desplazan al lugar jerarquizado de objetos
maravillosos cuyos lenguajes Benedicto devela y traduce con humor, poéticamente
y sin cruzar la frontera de lo real a lo fantástico; con agilidad, con ojo
sagaz, con estilo breve que no se achica porque a veces se abre en las entre
líneas; a veces en la superficie, siempre en las aguas profundas de su aguda
percepción.
Cuando Benedicto me dio su “manuscrito digitalizado” me dijo que todas
las historias estaban ahí, en las mesas de La Capelina. Su modestia todavía
no lo deja ver que –si es cierto que todas las historias están en cualquier
mesa vecina- solamente hay que saber
verlas con los ojos del corazón, oírlas con las inaudibles voces de los
personajes y por último, solamente
saber contarlas.
Estos relatos amenos, originales, reflexivos, son como agua fresca
para los lectores que tienen sed de algo nuevo en tiempos de mucha publicación
mediocre; aquí la palabra brilla por su sencillez, muestra sin esnobismo la biblioteca de su
autor, permite que su experiencia personal sea el vínculo que lo hace
interpretar la ajena.
Creo que Arlt disfrutaría leyendo estas
historias, que celebraría que un joven tan joven retomara la tradición de sus
célebres paseos literarios por algunos barrios de Buenos Aires y con nosotros
le daría la bienvenida a estas Aguafuertes capelinenses.
Nélida Mattioni de Robiolio
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